Si os apetece pasar un buen rato
y reíros con las peripecias de un hombre peculiar, divertido y extravagante que
nos traslada a través de sus casos a la corte de Old Baley en Londres, un lugar
igualmente único, aquí tenéis a Horace Rumpole. No lo dejéis pasar.
Insigne defensor de las causas perdidas, Horace Rumpole es un abogado
adorable, un hombre de altos ideales y de gran sentido común, que fuma cigarros
malos, bebe un clarete aún peor, es aficionado a los fritos y a la verdura
demasiado hervida, cita a Shakespeare y Wordsworth a destiempo y, generalmente,
se decanta por los casos desesperados y por los villanos de barrio. Excéntrico
y gruñón, lleva años abriéndose paso en las salas de justicia londinenses,
mientras brega en casa con su terca mujer, Hilda, a quien él apoda «Ella, La
que Ha de Ser Obedecida», en un particular universo donde el sarcasmo, el humor
y la intriga se mezclan a partes iguales. Al modo de P. G. Wodehouse, John
Mortimer construye en sus narraciones un universo demoledor y sarcástico al más
puro estilo British.
Los casos de Horace Rumpole que
nos cuenta este libro son seis. Aunque son independientes sí se observa la
evolución en la vida de Rumpole, tanto en su familia, su hijo y su mujer como
en el plano laboral con los problemas que van surgiendo entre viejos y nuevos
miembros. Lo que permanece intacto es el carácter del personaje, que no se
moldea ni lo más mínimo a lo largo de los años.
Uno de los atractivos del libro
es que nos muestra la realidad del Reino Unido en los años 60. Desde la confrontación
de los veteranos de guerra con los nuevos hippies que van apareciendo, hasta
las familias delictivas que van repitiendo los mismos fraudes de generación en
generación. Las historias muestran esto de manera muy divertida como cuando un
muchacho está dispuesto a ir a la cárcel por no contarles a sus progenitores
que se ha hecho amigo del hijo del clan opuesto. Rumpole utiliza toda su
inteligencia y sus trucos más sucios para convencer al jurado de la inocencia
de sus clientes aunque no siempre gana.
Así, va cambiando su imagen de
exitoso jurista, a un viejo denostado por los demás, con cada vez menos amigos
en su propio bufete y con más recuerdos que verdaderos casos en su cartera. El
cambio generacional es claro y sus chanzas hacia los nuevos miembros son
absolutamente recomendables. Le dejarán atrás, pero en sus críticas mordaces no
deja títere con cabeza y los deja en ridículo.
Muchas veces se nos ha presentado
en la literatura universal el típico protagonista gruñón, algo maleducado y
chapado a la antigua. Rumpole no se libra de todos estos calificativos pero
también sale su lado más humano, especialmente con su vástago (retrato de la
relación del autor con su propio padre). Además su continua declamación poética
lo convierte en memorable.
Por último comentaros una de las
partes más graciosas de los relatos como es la relación con su mujer “Ella, la que ha
de ser obedecida”. Representan a la perfección una de esas parejas mayores que
todos conocemos que no dejan de chincharse a lo largo del día pero que no
pueden vivir el uno sin el otro. Los poemas que él le dedica cada vez que
aparece son hilarantes y los últimos capítulos no escatiman en ternura entre
ellos como colofón final a las historias.
John Mortimer estudió leyes en
Oxford y se convirtió en uno de los más grandes defensores de la libertad de
expresión, entre cuyos clientes figuraban la actriz porno Linda Lovelace y el
grupo punk The Sex Pistols. En 1975, la creación del carismático personaje de
Horace Rumpole, basado en la figura de su padre, le consagró como uno de los
más corrosivos escritores de su tiempo. Llevó a la pequeña pantalla Retorno
a Brideshead, de Evelyn Waugh. Aficionado a la buena vida, «un socialista
del champán», se casó en primeras y breves nupcias con la novelista Penelope
Mortimer, que hizo de su tormentoso matrimonio el tema de la magnífica El
devorador de calabazas. Padre de ocho hijos, infatigable enemigo de
Margaret Thatcher, es autor de las célebres Rapstone Chronicles,
formadas por Un paraíso inalcanzable (1985), El
regreso de Titmuss (1990), ambas publicadas por Libros del Asteroide y The
Sound of Trumpets (1998). John Mortimer recibió en 1997 el título de
sir a instancias del Gobierno de Blair, un político a quien apoyó
fervientemente y llegó a odiar. Murió en 2009 en su casa de The Chilterns,
después de una larga enfermedad.
Comentarios
Publicar un comentario