Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una lectura en el sentido más lúdico de la palabra. Y os hablo de esa sensación de júbilo (lamentablemente tan olvidada) que siendo un adolescente sentía cuando, tirado en el suelo, me dejaba llevar por las maravillosas historias de mosqueteros de Alejandro Dumas o los relatos que escribía un tal Watson sobre un tal Holmes (Conan Doyle que estás en los cielos). Eran tiempos de revelación, de darse de bruces con la literatura con mayúsculas, esa que está destinada a hacerse eterna. Ahí el niño que ahora es adulto se revolvía y buscaba una respuesta imposible a una pregunta que aún permanece: ¿Leer puede ser un modo de vida?
Podéis pensar que estoy exagerando, pero La insula inefable, del hasta ahora desconocido para mí Juan López-Herrera me ha devuelto esas sensaciones. Las de la buena literatura sin mayores pretensiones que el puro entretenimiento. Aunque, para ser justo, siempre hay algo más, y la novela admite otras posibles lecturas.
La ínsula inefable es la historia del regreso de Antonio, antiguo diplomático, a la isla caribeña donde ejerció su trabajo diez años atrás. El viaje tiene como propósito descubrir un misterio, una traición, los secretos de una mujer por la que estuvo dispuesto a perderlo todo. ¿A quién no le ha pasado?
La novela es divertidísima e interesantísima en su trama, que no por ligeramente previsible (que lo es) carece de interés. Diría más, parte de su encanto reside precisamente en esa aparente ingenuidad de la trama, donde uno ya es capaz de proyectar el final con cierta antelación.
La ínsula inefable muestra de una manera cercana y bastante realista la vida en esta isla que el autor se empeña en no revelar y que yo no he podido dejar de pensar (perdón Juan) que es Cuba, mi querida Cuba.
Y aquí es donde las semejanzas de la novela que he devorado en una tarde me recuerdan a uno de mis adorados escritores, Leonardo Padura. Si habéis leído cualquiera de las aventuras del detective Mario Conde, parte de esa decadencia, de esos edificios desconchados, de esos amores febriles e imposibles se encuentran en la novela de López-Herrera. Quizás, eso sí, sin la penumbra que de tanto en cuanto rodea al detective de La Habana.
Deseando estoy conseguir y leer la novela anterior del autor, La Cream Coneshion, de la que tantas cosas buenas he leído.
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