Os aseguro que durante la lectura de este libro he vuelto en varias ocasiones al principio, a las pastas (de forma teatral e impostada, lo reconozco) para asegurarme de que no estaba leyendo un libro de un autor de la colección Panorama de Narrativas (inconfundibles pastas amarillas, autores extranjeros). La comprobación me reafirmaba lo ya sabido: autor español, tapas grises, una de mis colecciones predilectas, Narrativas Hispánicas de Anagrama. Os presento Años Felices, de Gonzalo Torné.
Ayer reseñaba a Lara Moreno, firme representante de la literatura en castellano de los próximos años, y la conocí a través de su primer libro. He hecho lo propio con Gonzalo Torné, pero al revés, leyendo su ultima novela, esta vez en Anagrama, que suma a su privilegiado elenco de grandes escritores a uno de los grandes, que con sólo tres novelas y ocupa un merecido espacio de prestigio dentro de las letras nacionales.
Como os decía antes, Años Felices es una novela americana escrita (y protagonizada por un español); americana no sólo por desarrollarse en Estados Unidos, sino porque aborda las obsesiones literarias (y no literarias) de buena parte de la cultura norteamericana de la segunda parte del siglo veinte: la crisis de identidad de jóvenes que dejan de serlo, el sentido vital de una generación que no vivió la segunda guerra mundial y que se siente, en cierto modo, huérfana de referentes, de héroes a los que emular, la falta de brújula de un país a la búsqueda permanente de una historia sin historia, con apenas dos siglos de vida, de todo un continente acomplejado por su intento de parecerse (en lo bueno y en lo malo) a su hermana Europa.
Años Felices la historia de Alfred Montsalvages, barcelonés que deja España ¿para siempre? y llega a Nueva York con su alma de poeta y sus ganas de vivir su particular sueño americano. En el camino, se cruzan en su vida (quedándose para siempre) un grupo de amigos, de esos con los que se escriben las grandes historias. Primero conoce a Jean, enfermera que le asiste en el hospital; y con ella llegarán su hermana Claire, mujer enigmática, centro magnético del grupo; el gran Harry Osborn III (me encanta ese nombre, no sé si elegido intencionalmente, pero es también el nombre de ¡¡El duende verde!!), joven millonario, nuevo rico americano; y Kevin Prichard, sombrío y atormentado, siempre sin un lugar definido en el grupo pero a la vez imprescindible en él.
Es la historia de un grupo de jóvenes viviendo su juventud, con sus anhelos y sus dudas, su poca perspectiva a un futuro lejano, el de las responsabilidades de adulto, esa etapa que parece tan lejos cuando está lejos... hasta que llega. Y en Años Felices ese momento llega.
Y con la adultez llegan las crisis al grupo, porque los roles cambian, los amigos evolucionan, y ninguno de ellos es quien era. El tiempo lo pone todo a prueba, y la historia de Alfred y sus amigos es la historia todo grupo de amigos ha vivido. Las relaciones se transforman, se reconfiguran y, en el peor de los casos, se fracturan y se pierden para siempre. El relato se nos presenta a través de los hijos de los protagonistas, con una distancia que otorga solemnidad y pulso de gran relato. Gran pluma a de Torné, que se nos muestra como un escritor cuya obra anterior debe ser revisada por el que os escribe.
Algunos ya hablan de que la gran novela americana la ha escrito un español (magnífico artículo de El confidencial). No quiero dejarme arrastrar por la imprudencia, creo que sería injusto con todas las novelas a las que se les ha otorgado este calificativo, pero sí me atrevo a asegurar que leyendo Años Felices he rememorado a las grandes novelas de Richard Yates (Vía revolucionaria, Las hermanas Grimes), Faulkner (El ruido y la furia), Carver y sus cuentos, Jonathan Franzen (Libertad) o FitzGerald (El gran Gatsby). ¿No os parece motivo suficiente para convertirse en lectura obligatoria?
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Gonzalo Torné |
Leed Años Felices y adentraos en el gran viaje de un barcelonés en Nueva York. Nunca sentiréis con tanta cercanía a la Nueva York de los años 50, y nunca tendréis tantas dudas para colocar una obra escrita por un español. Yo la he acompañado de los libros de solapa amarilla, invadiendo un espacio ajeno pero a la vez propio, como Alfred. Así creo que lo querría el señor Torné.
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Pequeños actos de rebeldía: Años Felices en el lado de los amarillos |
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