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Oro ciego, Alejandro Hernández (Salto de Página)

Por fin llegó a mis manos Oro ciego, la publicación de culto de Salto de Página, publicada cuando la editorial daba sus primeros pasos, y alabada por múltiples voces a lo largo de todos estos años. Una novela histórica con elementos propios del western ambientada en la guerra de Cuba de 1898. Esos eran los datos de los que disponía; en la lectura he descubierto todo un universo de matices que trataré de plasmar en esta reseña.



Oro ciego narra la historia de Alex Pashinantra, protagonista absoluto de la novela, soldado del ejército liberador cubano (las llamadas tropas mambises) en lucha contra España con la independencia de Cuba en juego.

Superviviente a un fusilamiento con la guerra a punto de finalizar, Alex emprende un futuro en la isla con en la búsqueda de una vida nueva de libertad y de nuevas oportunidades. En tan loable empresa le acompañan otro soldado, Luis, y su primo Berisa, médico de profesión. Y es Berisa el que cambia el signo de los acontecimientos, o más bien el secreto que este guarda: el de un gran tesoro escondido cuya información obtuvo de un soldado al que trató mediante hipnosis. La búsqueda del oro se convierte en fin en sí misma y en solución a todas las contrariedades de sus vidas.

Nuevos personajes se unen a la gran epopeya de Alex: James, desertor del ejército norteamericano, Gador, enigmática mujer con un pasado propio de otra novela... Y la cueva donde se esconde el tesoro, personaje en sí misma, con sus propios fantasmas, oscura y tenebrosa como el Infierno de Dante.

La prosa desplegada por Alejandro Hernández es, sin riesgo a exagerar, alta literatura. Compleja y con la capacidad de profundizar en múltiples planos narrativos que nos adentran, dentro de un marco eminentemente histórico, en tantas novelas como nuestra pericia lectora sea capaz de detectar: road movie de época, novela de suspense con sutiles influencias de la mejor literatura romántica (con Poe a la cabeza), novela-río con historias dentro de historias.

Pero por encima de todo hay dos aspectos que han sobrevolado mi lectura y que sitúan a Oro ciego entre las mejores novelas leídas por un servidor.

En primer lugar, la gran historia de la búsqueda del gran tesoro. El oro es en la historia la gran ballena blanca, el tesoro de Stevenson, la perla de Steinbeck... o lo que es lo mismo, todo lo que el ser humano se ha pasado buscando (y se pasará) a lo largo de su existencia. Aquello que solo puede entenderse a través de la metáfora.

Y en segundo lugar, esa capacidad de contar la historia sin esfuerzo y a través de la anécdota. Los subtítulos de la historia que nunca recogen las enciclopedias y que son imprescindibles para entenderla. Alejandro Hernández nos relata la historia sentimental del fin de la Cuba colonial como Gabriel García Márquez nos contó la historia de Latinoamérica entre Iguaranes y Buendías o como Chirbes hizo con nuestra guerra civil utilizando fantasmas anónimos de discurso incuestionable.

Antes de que os adentréis en Oro ciego, debo advertiros: protegéos como hay que protegerse de la gran literatura, porque son esas lecturas las que nos hacen cambiar y las que nos obligan a no conformarnos. Sin duda libros como este nos hace mejores lectores.

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