Ya conocéis nuestra afinidad por las obras literarias donde nada es absoluto, aquellas donde los géneros se confunden y la literatura emerge triunfante sobre cualquier intento de dogmatismos ortodoxos. Cuántas ganas tenía de hablaros de Falsa Calma, de la argentina María Sonia Cristoff.
Falsa calma nos cuenta la historia del regreso de la autora a su tierra natal, La Patagónia argentina, lugar que abandonó años atrás para ir a vivir a Buenos Aires, la Argentina, digamos, oficial.
Cristoff utiliza el viaje para poner imágenes a sus vagos recuerdos infantiles, pero Falsa Calma es, ante todo, un fresco monumental (quizá definitivo) de La Patagónia, ese trozo de Argentina inmenso y desconocido, deshabitado, de reminiscencias casi lunares.
A través de personajes únicos, de paisajes singulares, de historias westernianas, vamos descubriendo pequeños trozos de vida que explican qué significa vivir en un lugar que transita por la historia al margen del resto del mundo, entre pozos de petróleo, autobuses que nunca llegan, batallas que nunca se ganan. En definitiva, Falsa Calma reivindica la belleza irrepetible de lugares en los que el tiempo parece transcurrir a una velocidad muy distinta a la que nuestras vidas, occidentales y absurdas, parecen discurrir. En este sentido, Cristoff nos ayuda a relativizar nuestros modos unidireccionales de ver el mundo.
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Carretera hacia ninguna parte, paisaje onírico de La Patagonia |
Salvando las distancias, encuentro puntos de encuentro entre propuestas tan diferentes como Fargo (la película o la serie, tanto da), Una historia verdadera (del atemporal David Lynch), de los territorios desolados de Cormac McCarthy. Historias donde, como en Falsa Calma, nada parece suceder pero en realidad todo sucede.
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La autora, María Sonia Cristoff |
Os recomiendo Falsa Calma. Título perfecto con el que sobra cualquier reseña. Un nuevo acierto de Alpha Decay.
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