Hace unos años nuestra buena amiga Marisa (de esas personas a las que siempre hay que escuchar) nos habló de Llámame Brooklyn, con tal entusiasmo que salí del lugar con el libro en la mano. El sitio era Tipos Infames, uno de esas islas en las que quedarse a vivir.
Lo leí poco después y la experiencia me encantó y me descolocó. Yo había leído antes cosas parecidas, ese estilo, esas espirales narrativas, esa atmósfera sólo encontrable en los libros. Pero nunca en un autor español. Para ser más precisos, dos nombres me vinieron a la cabeza: Paul Auster y Roberto Bolaño. A eso sabía Llámame Brooklyn.
Pasó el tiempo, y esa edición ya perdida de Destino (literalmente perdida, alguien la robó de mi biblioteca..) volvió revisando el catálogo de la editorial Malpaso, que la ha rescatado para reivindicar el lugar que merece en el mapa literario nacional.
Lo leí poco después y la experiencia me encantó y me descolocó. Yo había leído antes cosas parecidas, ese estilo, esas espirales narrativas, esa atmósfera sólo encontrable en los libros. Pero nunca en un autor español. Para ser más precisos, dos nombres me vinieron a la cabeza: Paul Auster y Roberto Bolaño. A eso sabía Llámame Brooklyn.
Pasó el tiempo, y esa edición ya perdida de Destino (literalmente perdida, alguien la robó de mi biblioteca..) volvió revisando el catálogo de la editorial Malpaso, que la ha rescatado para reivindicar el lugar que merece en el mapa literario nacional.

La historia es la siguiente: Néstor Oliver, periodista norteamericano con raíces españolas, recibe un curioso encargo póstumo por parte de un amigo recientemente fallecido. Gal Ackerman (ese es el nombre del amigo) ha dejado todos los ingredientes para una novela, Lámame Brooklyn. Pero con esos ingredientes hay que escribirla, configurarla, darle forma, y ese es el encargo legado a Néstor.
El libro que leemos es en cierto modo (y por fortuna) esclavo de este legado. Debemos olvidar las estructuras narrativas habituales (lineales, estilísticamente uniformes) para adentrarnos en un laberinto literario abrumador: fragmentos de diarios, testimonios directos de algunos de los protagonistas, correspondencia que cuenta partes de la historia, cuentos inéditos a los que se hace referencia en el libro de Ackerman..
No busquéis senderos literarios convencionales. Llámame Brooklyn es muchas novelas dentro de una novela. Es literatura, metaliteratura, paraliteratura. Clasificarla es una tarea vana, y en cierto modo ridícula. Se trata de una experiencia única, como leer por primera vez Los detectives salvajes, como tu primera experiencia con Paul Auster (Trilogía de Nueva York, en mi caso).
No busquéis senderos literarios convencionales. Llámame Brooklyn es muchas novelas dentro de una novela. Es literatura, metaliteratura, paraliteratura. Clasificarla es una tarea vana, y en cierto modo ridícula. Se trata de una experiencia única, como leer por primera vez Los detectives salvajes, como tu primera experiencia con Paul Auster (Trilogía de Nueva York, en mi caso).
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Eduardo Lago |
Aún busco respuestas al fenómeno editorial que ha supuesto la editorial Malpaso en nuestro país. Cómo narices en tan sólo unos meses de vida puedes convertirte en una de la editoriales de referencia. Así, con mayúsculas. Acercarse a su catálogo -ya bien nutrido- es sucumbir a un deseo lector impulsivo y entusiasta. Sin duda, el rescate de Llámame Brooklyn confirma que estos chicos saben perfectamente lo que hacen. Y lo hacen muy bien.
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