Por fin cayó en mis manos una de las sorpresas editoriales de 2015, Cocaína, primer libro de Daniel Jiménez.
Cocaína es la crónica de un año, día a día, de un adicto a la cocaína, ni más ni menos. Narrada por el protagonista en segunda persona (sí, en segunda persona), éste establece un diálogo consigo mismo y nos deja a los lectores incómodamente situados en medio de las dos voces (la que narra y la que calla pero escucha).
Vivimos el día a día de un joven de veintinueve años en el infierno crudo de la adicción. No es un descenso a los infiernos, es el infierno mismo. Sin sensacionalismo, sin glamour, y alrededor de un entorno familiar que se cae en pedazos.
¿El contexto es causa o consecuencia? La pregunta no se responde sólo con la lectura, el autor/protagonista no la conoce, ni la busca. No hay victimismo, pero tampoco huida de las posibles causas: un suicidio cercano, la crisis como eterno buitre carroñero, los posibles momentos a partir de los cuales no hubo marcha atrás... Lo repito, causas y consecuencias se entrelazan como el cable caprichoso de unos auriculares.
El autor parece manejarse con soltura en este género que nos gusta tanto aquí, el de la autoficcion novelada. Nos cuenta con la libertad y la distancia que le otorga la ficción narrativa. Maravillosa herramienta la de la pluma que deja el rigor autobiográfico en un segundo plano para llegar al fondo del discurso descarnado.
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Daniel Jimenez |
Y de fondo, como siempre, la propia literatura. El protagonista, como no, es escritor, un escritor incapaz de comenzar su libro, o autor de un libro inacabado con infinitos comienzos. Sus obsesiones creativas manipulan y se dejan manipular también por su adicción.
El año narrado en Cocaína se devora en unas pocas horas. Y nos deja con ganas de más, de mucho más. Enhorabuena Daniel, tu libro no forma parte de una moda. Cocaína es una novela que deja el poso de la buena literatura.
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