Muchas ganas tenía de traeros al blog la antología de relatos de Donald Barthelme que ha recogido la editorial Automática para nosotros, ávidos lectores a los que nos apasiona descubrir tesoros literarios de los que desconocíamos su existencia. Para este tipo de hallazgos, la editorial Automática es una apuesta segura.
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Portada de Las enseñanzas de Don B. |
Tal y como recoge la nota de los editores que sirve de prefacio al libro, éste reúne una selección de relatos escritos por el autor entre 1964 y 1987. Autor, por otra parte, precedido por ser considerado uno de los grandes maestros contemporáneos del relato. Como grandes amantes del género, estábamos deseosos de comprobarlo.
Los relatos de Barthelme sorprenden y capturan la atención del lector desde el primer párrafo. El dominio por parte del autor es absoluto, y se le nota cómodo en el formato. En su mayor parte se trata de relatos cortos, incisivos en torno a una idea, sin aristas. Y en cierto modo, hipnóticos, absorbentes, con ese universo propio con el que uno percibe pronto que se halla frente a una obra muy especial.
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Donald Barthelme |
He de confesar con el primer relato (siempre lo primero de cualquier cosa es clave para la recepción posterior del resto, hablemos de lo que hablemos) el autor ya me ha conquistado:
13 de septiembre
La señora Mandible quiere hacerme el amor, pero duda porque soy oficialmente un niño; yo tengo, según los documentos, según el cuaderno de evaluación de su escritorio, según las fichas de la oficia del director, once años. Existe aquí un malentendido, algo que aún no he sido capaz de aclarar. En realidad, tengo treinta y cinco años, he estado en el Ejército, mido un metro y ochenta y cinco centímetros, tengo vello en los lugares apropiados, mi voz es de barítono, sé muy bien qué hay que hacer con la señorita Mandible si alguna vez se decide.
Mientras tanto, estamos estudiando las fracciones.
¿Qué os parece? Así comienza La señorita Mandoble y yo. La historia de un hombre cuyo fracaso matrimonial y profesional (como tasador en una compañía de seguros) le condena a volver a vivir la vida de un niño, y, entre otras cosas, regresar al colegio.
El autor se sirve de universos a medio camino entre el surrealismo y la distopía para estirar la realidad, retorcerla, y de esta forma someterla a una crítica y a un juicio demoledores. Relatos imposibles y geniales, que cautivan de principio a fin y que invitan a la reflexión sosegada sobre nuestro modo de vida, sobre nuestras locas y absurdas prioridades.
Un globo que de un día para otro cubre en su totalidad (en cierto modo sustituye) el cielo de Nueva York, un hombre que escribe al psicoanalista de su mujer, el cajero de un supermercado que de forma accidental se convierte en testigo de un fracaso matrimonial (con el supermercado como espacio neutral), una historia en torno a una piedra preciosa muy particular (este genial relato podría, por su extensión, considerarse una nouvelle más que un relato), y mis relatos favoritos, Rayos, donde un periodista recibe como misión encontrar y entrevistar a nueve personas a las que les haya caído un rayo, y Algunos llevábabamos mucho tiempo amenazando a nuestro amigo Colby, que merece ser leído sin que os cuente nada de él, uno de los mejores relatos que he leído nunca.
Hablo de memoria y temo haberme dejado algún relato digno de destacar. Todo el libro es sublime, pero tanto el principio (los cinco primeros relatos) como el último tercio del libro son insuperables. El final está compuest0 en realidad por un puñado de relatos que rozan lo experimental y en ellos se nota que el autor está disfrutando especialmente. Sirva como ejemplo, el relato Una duda a orillas del Delaware, donde se reproduce una delirante (y desternillante) conversación en pleno campo de batalla de la guerra de la independencia con George Washington como protagonista.
Un libro que recomiendo no perderte si te gustan los grandes descubrimientos literarios, si adoras el cuento como género literario o si buscas una voz absolutamente original, heterodoxa y desafiante que planta cara a través de sus relatos disparatados a una sociedad -la nuestra- no menos disparatada.
Preciosa, por cierto (habitual por otra parte), la edición de Automática. Enhorabuena desde aquí a estos magníficos editores. Espero que nos sigáis dando alegrías por mucho tiempo.
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