Aún hoy nuestra capacidad de sorpresa como consumidores de literatura (entendiendo ésta como una forma de cultura) sigue encontrando nuevas fronteras. Clásicos unánimemente valorados sin traducir al castellano, autores fundamentales para entender el desarrollo literario de un lugar en un determinado momento sin editorial que haya reparado en ellos, libros inexplicablemente abandonados editorialmente tras una semiolvidada primera edición...
Afortunadamente, en los últimos años (sí, este fenómeno puede acotarse en un periodo muy corto y recuente de tiempo) este país tiene la enorme fortuna de contar con un puñado de editoriales que parecen decididas a luchar contra estas, digamos, anomalías histórico literarias. Se trata de editoriales jóvenes (por dentro y por fuera), emprendedoras y valientes (esta última característica es inherente a la aventura editorial, por desgracia).
He aquí algunas de las que forman parte de este grupo, invitando de antemano a que el inconformista lector de este blog complete como desee: Automática, Errata Naturae, Periférica, Blackie Books, Impedimenta, Libros del Asteroide, Alpha Decay. A todos, mil gracias. Porque más allá del valor comercial de vuestros hallazgos (que lo tiene y lo buscáis, de algo hay que comer), el valor que estáis aportando a este afán exploratorio de jóvenes y viejos talentos es incalculable. Espero que los organismos oficiales competentes, perdidos en sus laberintos habituales, sepan ver alguna vez dónde se labra la verdadera cultura de este país.
Perdonad el rollo (que por cierto, me moría de ganas de soltar), pero la introducción era obligada para exponer uno de estos casos. Se trata de la obra de Joy Williams, autora estadounidense de culto, que Alpha Decay está rescatando y traduciendo al castellano. Primero lo hizo con Los vivos y los muertos (novela originalmente publicada en 2000) y recientemente lo ha hecho con Estado de gracia, novela con la que la autora debutó en 1973, y que hemos leído con mucha expectación.
Estado de gracia viene precedido con la insigne etiqueta de prestigio que le da haber sido finalista en 1974 del National Book Award, que viene a ser en Estados Unidos su Premio Nacional de Narrativa. Os animo a que echéis un vistazo a los últimos, por ejemplo, 30 galardonados con este premio. En ellos encontraréis a auténticas leyendas (estoy hablando como lector español) como Thomas Pynchon, Philiph Roth o Johnathan Franzen, pero también encontraréis a auténticos desconocidos para el lector de este lado del océano. Me remito de nuevo a la primera parte de esta entrada.
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Portada de Estado de Gracia |
Estado de gracia cuenta parte de la vida de una joven norteamericana, Kate, en el entorno de la América profunda de la segunda mitad del Siglo XX. Época de cambios profundos en la sociedad, atisbos de apertura que ahora consideramos normales pero cuyos motores de cambio costó activar (y permitidme que dude de su éxito, sólo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor): La religión como centro de todo, juez irrefutable del bien y del mal, desigualdades raciales, sociedades de fuerte arraigo machista donde la figura del padre es el centro pendular de todo: fe, conducta, obediencia, el enorme vacío por la ausencia de la madre que acentúa el vacío de una hija con padre pero huérfana.
Kate cuestiona estas figuras referenciales en una sociedad no acostumbrada a cuestionar se. Kate como representación de los valores de una sociedad que empiezan a querer ser enterrados por los que solo ven en ellos un ancla para mirar hacia delante. Kate con la figura del hombre como referente pero también como amenaza, papel que ejerce el (P)adre primero y el marido después.
Estado de gracia es un libro absorbente y oscuro, cargado de magnetismo y a la vez difícil de leer, lo que requiere una lectura dedicada y exigente.
En Estado de gracia somos capaces de reconocer gran parte de las señas de identidad de las grandes novelas americanas, las del desencanto, las de los sueños por cumplir que nunca se van a cumplir: Faulkner, Carver, Yates. Sus fantasmas merodean los párrafos de esta novela. Aunque Estado de gracia tiene discurso propio. La frialdad del relato de Mate es perturbador e incómodo, hasta en su discurso de esperanza se intuye la desesperanza.
Una gran novela, un nuevo acierto de Alpha Decay, que, eso sí, no recomiendo a cualquiera. Apta para exploradores de la mejor novela norteamericana del siglo XX que quieran perseguir las huellas de los grandes autores, y que estén dispuestos a detener su tiempo y entregarse a una lectura profunda y exigente.
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JoyWilliams |
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