En algunas de mis reseñas anteriores he expresado mi extraño gusto por la mitología antigua. Es por ello que en mi casa hay una bonita edición del Mahabaratha y del Ramayana, grandes exponentes de la mitología hindú. Ahora he podido añadir el Bhagavadgita gracias a la editorial Atalanta, una joya de editorial que nos ofrece grandes “rarezas” que algunos disfrutamos enormemente y que nadie más nos puede traer de una forma tan bella.
La Bhagavadgītā constituye la esencia de la sabiduría hindú. En sus páginas han encontrado refugio y consejo incontables generaciones y, desde que fue descubierto por Occidente, se ha convertido en una de las obras más importantes de la literatura universal. Humboldt, Tolstói, Huxley, Gandhi, Emerson y Thoreau, entre otros, han expresado su admiración y entusiasmo por este poema filosófico, compuesto en la India en torno al siglo II a.C. El diálogo entre Kṛṣṇa y Arjuna, previo a la batalla de Kurukṣetra, revela la siempre vigente lección de cómo vivir y actuar en el mundo. Ofrece pistas sobre el sentido de la vida y traza un mapa de senderos para los diversos temperamentos e inclinaciones humanas: el camino de la acción desinteresada, el del conocimiento y el de la entrega. El honor, la justicia y el destino comparten protagonismo con el amor y la amistad.
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Portada de Bhagavadgita, en la preciosa edición de Atalanta |
El o la Bhagavad-gītā es un importante texto sagrado hinduista. Un texto religioso. Forma parte del Majabhárata pero mientras que éste cuenta una historia, esta extracción es una reflexión, un poema religioso, bello, hondo. Se desconoce la fecha original en que se compuso el Bhagavad-gītā, sus enseñanzas se consideran eternas y su lectura independiente del momento histórico en el que lo estemos leyendo.
No suelo hacer descripciones del argumento pero en este caso quiero normalizar los temas tratados. El tema principal del Majabhárata son las hazañas de dos familias de primos reales, conocidos como los Pándavas y los Kauravas, que eran los hijos de dos hermanos, Pandu y Dritarastra, respectivamente. Dritarastra era ciego de nacimiento, por lo que Pandu heredó el ancestral reino, que comprendía la parte norte de la India moderna, en torno al actual Delhi. Cuando Pandu murió a una edad joven, sus hijos, todavía pequeños, pasaron a estar bajo el cuidado de su tío Dritarastra, quien usurpó el trono.
Los pándavas y los kauravas fueron llevados juntos al mismo hogar, teniendo los mismos profesores. Los pándavas fueron dotados de justicia, autocontrol, nobleza y otros muchos rasgos caballerescos. Por otro lado, los cien hijos de Dritarastra, especialmente Duriodhana, adquirieron cualidades negativas, como la crueldad, la injusticia, la falta de escrúpulos, la codicia y la lujuria. Duriodhana, celoso de sus cinco primos, buscó maneras para acabar con ellos.
Los pándavas y los kauravas fueron llevados juntos al mismo hogar, teniendo los mismos profesores. Los pándavas fueron dotados de justicia, autocontrol, nobleza y otros muchos rasgos caballerescos. Por otro lado, los cien hijos de Dritarastra, especialmente Duriodhana, adquirieron cualidades negativas, como la crueldad, la injusticia, la falta de escrúpulos, la codicia y la lujuria. Duriodhana, celoso de sus cinco primos, buscó maneras para acabar con ellos.
Cuando llegó el momento de coronar a Iudistira, el mayor de los Pándavas, como príncipe, Duriodhana, mediante un tortuoso juego de dados, desterró a los Pándavas al bosque. A su regreso del destierro, los Pándavas demandaron su legítimo trono. Duriodhana, que había consolidado su poder mediante varias alianzas, se negó a restaurar sus derechos jurídicos y morales.
Los intentos de los mayores y de Krisna, que era amigo de los Pándavas y también de los Kauravas, para resolver el asunto fallaron. La guerra se hizo inevitable. Duriodhana y Aryuna, cada uno por su parte, pidieron a Krisna que les ayudara en la guerra, ya que poseía el ejército más fuerte y era venerado como el más sabio y maestro yogi más grande. Krisna ofreció otorgar su gran ejército a uno de ellos y convertirse en un auriga y consejero del otro, pero no tocaría ningún arma ni participaría en batalla alguna. Duriodhana eligió el vasto ejército de Krisna, mientras que Aryuna prefirió escoger a Krisna como su auriga.
Los intentos de los mayores y de Krisna, que era amigo de los Pándavas y también de los Kauravas, para resolver el asunto fallaron. La guerra se hizo inevitable. Duriodhana y Aryuna, cada uno por su parte, pidieron a Krisna que les ayudara en la guerra, ya que poseía el ejército más fuerte y era venerado como el más sabio y maestro yogi más grande. Krisna ofreció otorgar su gran ejército a uno de ellos y convertirse en un auriga y consejero del otro, pero no tocaría ningún arma ni participaría en batalla alguna. Duriodhana eligió el vasto ejército de Krisna, mientras que Aryuna prefirió escoger a Krisna como su auriga.
En este poema Krisna aconseja a Aryuna con la idea del dharma, es decir, el deber religioso. Esencialmente, Aryuna desea abandonar la batalla sin intervenir; sin embargo, Krisna le advierte que si no interviene, el orden establecido se rompería.
Y así nos encontramos con este bello texto, en sánscrito y en español, que nos trae reflexiones muy interesantes y totalmente coherentes con el mundo en que vivimos. Es un privilegio poder disfrutar de estas obras y de su lenta lectura. Poco a poco desgranamos enseñanzas preciosas y profundas. Joyas eternas para el día a día.
Juan Arnau es astrofísico y doctor en filosofía sánscrita, es investigador del CSIC y de las universidades de Michigan, Benarés y Barcelona. Ha traducido del sánscrito Fundamentos de la vía media y Abandono de la discusión de Nāgārjuna (Siruela), y ha escrito los ensayos La palabra frente al vacío, Arte de probar, Cosmologías de India (FCE) y Antropología del budismo (Kairós), así como las novelas El cristal Spinoza, El efecto Berkeley (Pre-Textos) y Leyenda de Buda (Alianza). Es autor de Manual de filosofía portátil (Atalanta, 2014), Premio de la Crítica Valenciana y finalista del Premio Nacional de Ensayo 2015.
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