El mundo tal y como lo conocemos ya no existe. Una epidemia ha acabado con la práctica totalidad del ser humano hasta convertirlo en una especie en extinción. Las estructuras políticas, sociales y económicas han desaparecido y los hombres, como lobos solitarios luchan por sobrevivir. Su mayor enemigo, el propio hombre.
Reconozco cierto escepticismo previo ante el planteamiento narrativo que con el que abro la reseña y con el que trato de resumir el argumento de La constelación del perro. Volviendo al principio y leyéndolo de nuevo me doy cuenta de lo interpretables que pueden ser las palabras o -en términos literarios- lo fácil que puede ser descartar una lectura leyendo una breve sinopsis que no despierte nuestro interés.
Así arranqué la lectura de este libro, pensando "este libro ya lo he leído" pero a la vez confiando en la intuición que muchas veces me ha llevado a grandes historias inesperadas. Además, el prestigio de Blackie Books era un aval: casi nunca me han defraudado.
Con estas fuerzas encontradas el libro esperaba durante meses en mi librería. Ahora puedo confirmar que se trataba de la espera paciente de los buenos libros, los que saben tranquilos que tarde o temprano alguien los leerá y disfrutará de las grandes historias que llevan dentro. Los que aguardan sin prisa porque saben que las lecturas precipitadas, las modas, ocupan otro espacio en las librerías. Ellos son otra cosa.
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Portada de La constelación del perro |
Hig es el protagonista de La constelación del perro, el narrador con el que descubrimos un mundo donde la enfermedad ha acabado con casi todo. Él sobrevive en un pequeño aeropuerto de las Montañas Rocosas acompañado por su perro Jasper y su avioneta, con la que explora los alrededores y se anticipa a las visitas poco amistosas de otros supervivientes, que, como si de manadas de lobos se tratasen, acuden de forma esporádica. Porque la enfermedad ya no es una amenaza. Ahora la amenaza es el propio ser humano, los pocos elegidos que quedaron inmunes tras la plaga y que se comportan como salvajes en un mundo donde el diálogo sirve de muy poco.
Hig -no nos hemos olvidado- no tiene solo a Jasper. También está con él Bangley, su antagónico compañero con el que forma una alianza de necesidad para protegerse del entorno. Bangley se comporta como un soldado en tiempos de guerra, armado hasta los dientes y tratando el territorio que les rodea como un campo de batalla.
Bangley no entiende que Hig visite con su avioneta de vez en cuando a comunidades de afectados por la enfermedad, a los que auxilia con comida y con afecto, y que viven inmunes a los ataques de los salvajes por el miedo de éstos al contagio. Bangley necesita estas visitas porque le ayudan a reconciliarse con su pasado.
Si Bangley parece un hombre sin pasado (o con un pasado que prefiere, en Hig vemos permanentemente las huellas de su pasado. En el centro de todo su mujer, a la que la plaga se llevó, y todo lo que se fue con ella, los proyectos compartidos y un hijo por venir. Jasper es ahora todo para él, su inseparable compañero, su confidente, su copiloto en sus largos paseos en avioneta. Aunque Jasper no habla, Jasper le mira y habla (quien tenga o ha tenido un perro sabe de lo que hablo).
Solo la pérdida de Jasper (único inevitable espoiler de esta reseña) llevarán a Hig a romper con su monótona vida de supervivencia y buscar algo más: una esperanza, un objetivo mayor, algo por lo que siga mereciendo la pena vivir. Lo que encuentra Hig representa, en una bellísima metáfora, lo que todo ser humano busca en la vida.
A lo largo de la novela, ha sido inevitable recordar otra gran novela distópica con la que La constelación del perro comparte muchos elementos, La carretera, de Cormac McCarthy, una obra maestra del género (y de la literatura contemporánea). En ella un padre y un hijo son los supervivientes protagonistas de un mundo sin ley. Pero hay matices que separan las dos obras. Días después de terminar el libro leí lo que se escribía en The Times sobre este paralelismo, y que yo no podría explicar mejor: " La constelación del perro es La carretera, pero con esperanza". Nada que añadir.
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La carretera, inevitable referencia |
Os recomiendo de forma entusiasta la lectura de esta magnífica novela. No os dejéis engañar por vuestros prejuicios (los míos como veis se equivocaban).
Tampoco os dejéis engañar por el librero que sitúe a La constelación del perro al lado de las novelas de moda, los superventas pasajeros.
Él acabará en un lugar estable de la librería, en el rincón cómodo y tranquilo de las obras indispensables, esas por las que de vez en cuando un cliente, que despistado ha encontrado esta reseña escrita muchos años antes, preguntará.
Me pasó lo que a ti al leer la sinopsis... Me convence tu reseña. Este ritmo de publicación que lleváis me va a arruinar!
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