Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena, y acercarse a un novelista de los considerados eternos (sí, ese es el estado inmaterial que te otorga la concesión de un Premio Nobel) siempre merece la pena, al menos con el fin de poner en valor un galardón al que debo confesar con la boca pequeña que no forma parte de mis referencias de cabecera.
Dicho esto - sacrilegio para muchos - continúo con la confesión herética. Siempre he considerado a Mario Vargas Llosa como el escritor acomplejado de la generación de autores latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX que llevaron al cielo la literatura en español: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Octavio Paz.. El acomplejado, el antipático, el altivo, el de menos talento.. El que, en definitiva, no encajaba.
Bueno, pues reconozco que esos prejuicios contra él carecían de un fundamento mínimamente artístico: porque eran precisamente esos mismos prejuicios los que me servían de excusa para no leerle. Y no, no sé explicarlo (o me avergüenza hacerlo) porque no, aún no había comenzado su aventura amorosa con Isabel Preisler (hecho que, por otra parte, me hubiera servido de coartada perfecta para mis prejuicios).
Y a estas alturas de la vida me propuse darme una oportunidad y reducir estas distancias con Don Mario, y he seleccionado un puñado de obras que iré leyendo alternándolas con mis lecturas habituales (y con ese otro proyecto no olvidado de releer a García Márquez). La primera de ellas es una de sus más populares novelas (probablemente no la más prestigiosa), Pantaleón y las Visitadoras, un clásico de la literatura latinoamericana al que me he acercado con interés y curiosidad.
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Portada de Pantaleón y las Visitadoras |
Pantaleón y las visitadoras cuenta la historia de Pantaleón Pantoja, un capitán intachable del ejército peruano al que se le encomienda una pintoresca misión: crear un servicio oficial de visitadoras (prostitutas) para satisfacer las necesidades de los soldados que prestan servicio en la Amazonía Peruana.
En un principio, Pantaleón, limpio y recto dentro y fuera del ejército, rechaza tan extraña propuesta. Pero es precisamente su rectitud la que le aboca a acatar la orden con absoluto rigor. Tanto rigor que el servicio de visitadoras creado por Pantaleón acaba convirtiéndose en un éxito absoluto y pronto los destacamentos militares de medio Perú requieren sus servicios.
La misión, llevada en secreto por Pantaleón con respecto a su familia, pronto tendrá consecuencias en su vida, en sus firmes principios, en su carrera militar y en su propia conciencia.
Quizás he pecado de explícito resumiendo la novela (al menos más de lo que habitúo), pero es la mejor forma que encuentro de transmitir la sencillez y la ingenuidad (en el mejor de los sentidos) de la novela. Pantaleón y las Visitadoras es una entrañable fábula moral sobre la quebrantable rectitud humana, sobre la relatividad de los valores que rigen nuestras vidas, sobre las contradicciones de las decisiones que nos vemos obligados a tomar.
La novela goza además de un sano sentido del humor y de una narrativa exquisita. La forma de narrar por parte del autor es cercana y paternalista hacia los protagonistas, Pantaleón y Pochita, su esposa. Me gusta la forma en que Mario Vargas Llosa envuelve de cariño a sus personajes, nos transfiere de alguna manera la responsabilidad de protegerles, o al menos de acompañarles y cuidarles de cerca con nuestra lectura.
Y bajo estas primeras capas narrativas, de la novela subyace una ácida crítica al ejército peruano de la época, su voracidad sexual sin escrúpulos y salvaje que les hace incompatibles con el entorno que les rodea y que obliga a institucionalizar un "ejército de visitadoras" que proteja de forma indirecta a las mujeres civiles.
El balance de la lectura ha sido positivo, pero he de decir que el libro me ha dejado la sensación de haber leído una novela de iniciación (es de las primeras novelas del autor) y que me esperan mejores experiencias con otros libros suyos. Esperando están Conversación en la catedral, La fiesta del chivo, Travesuras de la niña mala, La guerra del fin del mundo, de las que espero una experiencia más rica y compleja. Pantaleón y las visitadoras, siendo una gran novela que podría clasificar entre las grandes de lo que entiendo como literatura popular, no me encaja por sí sola en el contexto de una obra narrativa merecedora de un Premio Nobel.
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Mario Vargas Llosa |
Os animo a que, como yo con Mario Vargas Llosa, enterréis vuestros prejuicios y os animéis a leer a ese autor que siempre se os ha atragantado, aquel que al oírle hablar o simplemente al leer sobre él pensáis que no merece la pena ser leído. En mi caso, asumo el error y prometo cometerlo en el futuro lo menos posible. Aunque para ello tenga que evitar portadas del Hola en la peluquería de mi barrio. Bienvenido a mi biblioteca Don Mario.
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