Aunque no soy un asiduo lector de literatura de ciencia ficción, es un género que me interesa y en él reconozco características que le convierten en un tipo de literatura único y con un público lector militante y fanático. Una de estas características es, a través de futuros imaginados, poder fabular con el presente, con la libertad que te permite recrear lo que está por venir. Es en este contexto donde encontramos uno de mis subgéneros favoritos dentro de la literatura de ciencia ficción: la de los futuros distópicos; aquellos que imaginan un futuro (a veces cercano) a través de pinceladas deformes de nuestra realidad. Novelas como 1984, Un mundo feliz, Fahrenheit 451 o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? son ya clásicos maravillosos de la literatura, en los que, a través de futuros imaginados, se nos muestran algunos de los miedos intemporales del ser humano: la falta de libertad, la perversión de la tecnología, la aparición de máquinas superiores en inteligencia a los hombres.. Es espeluznante descubrir cómo libros de ciencia ficción escritos hace décadas han sido superados ampliamente por el futuro que llegó (nuestro presente actual).
Aunque no pueda ser considerado en el subgénero de futuros distópicos, El Marciano me ha dejado por momentos sensaciones vagamente parecidas. Imaginemos un futuro donde el hombre ya ha llegado a Marte. Las primeras expediciones al planeta rojo han sido un éxito. Hasta dos viajes han permitido que un puñado de astronautas hayan podido pisar suelo marciano. Mark Watney, junto con otros cinco astronautas, forma parte del tercer viaje. Pero poco antes del regreso previsto, una tormenta inesperada de polvo obliga a una evacuación precipitada del planeta. Y a Watney no le es posible huir con sus compañeros. Se queda atrapado en Marte, sólo, sin esperanzas de vida.
Este es el prometedor comienzo de El Marciano. Mark Watney nos relata en primera persona a través de un diario, su vida en Marte tras la catástrofe que supone para él quedarse sólo. A partir de ahí, su diario se convierte en testigo de su modo de supervivencia, de su ingenio, de sus cábalas sobre lo que de él se sabe en la Tierra.
Pero no sólo tenemos su diario. En medio del relato de Watney aparecen otras narraciones que completan la historia: el relato de lo que sucede en la NASA mientras Watney trata de sobrevivir en Marte, el punto de vista de los cinco compañeros que sí lograron escapar de Marte, y por último, fragmentos que a modo de crónica nos aclaran, como si de un espectador imparcial se tratara, algún episodio vivido por Watney y que sus circunstancias le impiden comprender en el momento en el que suceden.
Se trata de un libro apasionante por momentos. Sufrimos con Watney en su particular "naufragio" en Marte, nos alegramos de sus éxitos por sobrevivir y nos desesperamos con él con sus tropiezos. Y sobretodo, nos vemos atrapados en una historia en la que necesitamos conocer el final, tan imprevisible que nos mantiene paralizados durante todo el libro.
Si tengo que poner un pero a El Marciano, es por algo de lo que ya estaba advertido, y que todo hay que decirlo, resta un poco de brillantez a la novela (al menos desde mi experiencia lectora): el libro contiene demasiado contenido científico. Tanto detalle, tanta explicación, tanto razonamiento, requiere ciertos conocimientos (no elevados, pero sí nociones básicas) para no perder el interés en algunos momentos. A veces el libro parece un tratado científico de supervivencia en Marte, y esto en mi opinión no le hace
bien al conjunto del libro, que tiene otras cualidades que a veces quedan ocultas por este exceso de rigor científico.
No obstante El Marciano me parece un gran libro, que ha conseguido agitar la literatura de Ciencia Ficción. Es un libro inicialmente autoeditado en Amazon por su autor, Andy Weir, y se ha convertido con el tiempo en uno de los libros más leídos de los últimos años. Hasta Hollywood se ha fijado en la historia y se espera película dirigida nada menos que por Ridley Scott y protagonizada por el cada vez más interesante Ben Affleck.
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Andy Weir |
Termino con el buen sabor que me ha dejado el libro. Decía que si bien no podemos hablar de distopía, en la historia de Watney encuentro sensaciones de otros relatos que nada tienen que ver con la ciencia ficción. En Watney siento la soledad del náufrago, la fe del prisionero atrapado sin esperanza, la sensación de lo ridículo que es sentirse demasiado importante en este universo cuya inmensidad nos hace obscenamente irrelevantes.
El Marciano, como las grandes novelas de futuros distópicos, nos hace reflexionar, tasladándonos en el tiempo y en el espacio, sobre lo que tenemos cerca. Mucho más que otros relatos aparentemente más realistas.
Esa es en definitiva, y no otra, la magia de la Ciencia Ficción.
Este es un género con el que es difícil acertar; últimamente se ha explotado tanto que proliferan las historias en las que el argumento suena vagamente (o no tanto) a otras anteriores. Por eso, ya me llamaba la atención este libro, y desde luego tras el filtro de Ni un día sin libro, me lanzaré a descubrirlo.
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